Estonçe era Castiella
un pequeño rincon,
era de castellanos
Montes d'Oca mojon,
e de la otra parte
Fitero el fondon

Poema de Fernán González

arreba

Es casi imposible delimitar el espacio geográfico al que se referían las Crónicas del siglo IX como Bardulias y como Castilla. Sin embargo, algunos datos aportados tanto por la literatura como por las crónicas y por los diplomas y documentos de la época de los primeros condes castellanos pueden darnos una idea de su extensión.

Teniendo en cuenta esta dificultad, intentaremos establecer unos límites al territorio al que en estas páginas vamos a referirnos como “Castella Vetula” basándonos en los lugares que en el siglo XIV, según el Libro Becerro de las Behetrías de Castilla, pertenecían a la llamada Merindad de Castilla Vieja. A ellos añadiremos algunos otros lugares que, aun perteneciendo en aquella época a otras Merindades como la de Aguilar de Campoo, la de Bureba o la de Burgos, han estado históricamente vinculados muy estrechamente a otros incluidos de pleno en la vieja Castilla y que todavía en la actualidad se encuentran formando parte de una misma comarca, a la que hoy en día se conoce como “Las Merindades” haciendo referencia al histórico Corregimiento de las Merindades de Castilla la Vieja, creado en el siglo XVI.

Aunque es muy probable que los territorios en los que se originó el nombre de Castilla se encontrasen en torno al alto Ebro, en una zona delimitada por los desfiladeros de Sobrón, La Horadada y Los Hocinos, lo que fue el Condado de Castilla pronto extendió su área de influencia. Ya en la Baja Edad Media lo que se conocía como Castilla Vieja comprendía un territorio entre el Ebro y el mar, mucho más amplio que el de la primitiva "Castella Vetula" y que incluía, además del pequeño espacio de valles y llanuras en la confluencia de los ríos Trueba y Nela con el Ebro, lo que más tarde se conoció como la Merindad de Trasmiera, así como el Valle de Valdegovía y la zona en torno a Miranda de Ebro.

berberana

Castilla, ¿tierra de castillos?

“Castilla, tierra de castillos, los prodigó en la época heroica por sus tierras de epopeya. Pétreos jirones de su historia se albergan en la soledad de sus campos dilatados en ondulaciones de trigales, o en los montes y quebradas vestidas de robledal, y, si en la hondura de sus valles los restos de viejas abadías se sepultan en el silencio, envueltos en sudarios de hiedra, en las alturas, indecisas siluetas de castillos se yerguen aún arrogantes en la luz cegadora de las cumbres, con el gesto retador de siglos lejanos.”

(Teófilo López Mata, Geografía del Condado de Castilla a la muerte de Fernán González, Madrid, 1957)

El nombre de Castilla surgió durante el siglo IX a partir del vocablo latino “castella”, plural de “castellum”, que tuvo a lo largo del tiempo diversos significados. Un “castellum” era una fortaleza, pero también servía para designar una “madriguera”, así como una “aldea o población de montaña”. Al parecer, durante el Bajo Imperio fue este último significado el más habitual, por lo que “castella” podría significar “aldeas de montaña”. Aunque la historiografía tradicional ha venido insistiendo en la identificación del topónimo “Castella” con “Tierra de castillos”, es bastante dudoso que éste sea su origen. Lo más probable, tal como defienden autores como el profesor Juan José García González, es que la voz “Castella” se aplicase a este territorio por el tipo de poblamiento predominante en él en pequeñas aldeas de montaña a las que se conocía como “castella”.

mapa s.X

Siglos IX-XII. El Condado de Castilla. Los Alfoces

La primera forma de organización administrativa de este pequeño territorio data de los tiempos de los primeros condes castellanos. Pequeñas torres o fortalezas, normalmente situadas en lugares preeminentes y en algunos casos herederas de los antiguos castros de la Edad de Hierro, fueron los centros simbólicos y de poder en torno a los cuales se organizaron pequeños distritos territoriales controlados desde ellos. Estos distritos tomaron el nombre de origen árabe de “alfoces”. La palabra “alfoz” deriva del árabe “al-hawz” con el significado de “la comarca”, equivalente al “pagus” romano, es decir un territorio geográficamente delimitado.

Entre los siglos IX y XII Castilla fue creciendo y a lo largo de este período se fueron creando nuevas circunscripciones territoriales o alfoces. De la documentación de esta época se puede deducir la existencia ya en el siglo XII de unas 140 circunscirpciones territoriales que se extendían desde el mar Cantábrico hasta el Duero. Estas circunscripciones aparecen a veces con el término de territorium o con el de suburbium, pero la mayor parte de la veces como alfoz.

Un documento de dudosa autenticidad, fechado en el año 800, menciona por primera vez el nombre de Castilla como un territorio, territorium Castelle, separado del que llama territorium Mainensi, el actual Valle de Mena. Probablemente el territorio de la Castilla original comprendiese únicamente una pequeña comarca al norte del Ebro en las laderas de las estribaciones de la Cordillera Cantábrica en lo que hoy corresponde a la antigua Merindad de Sotoscueva y a la zona de Espinosa de los Monteros. Pero en muy poco tiempo el nombre de Castilla sirvió, ya en el mismo siglo IX, para designar una zona mucho mayor, la que poco después empezó a ser conocida como "Castella Vetula" y que ya en la Baja Edad Media correspondía a la Merindad Menor de Castilla Vieja.

El alfoz de Tedeja, el de Tobalina, el de Petralata, el de Arreba, o el de Siero y los territorium de Torme y Cigüenza figuran documentados entre las circunscripciones más antiguas de lo que fue el núcleo originario de Castilla.

Durante estos siglos pequeñas comunidades de labradores se asentaron en estas tierras creando pequeñas aldeas en torno a rústicos templos. Estas aldeas de los primeros siglos de la naciente Castilla son el germen de los lugares y villas que en los siglos XII y XIII agrupaban a la escasa población de Castilla y que aún perviven hoy en día, muchos de ellos con características muy parecidas a las que mantienen desde los primeros tiempos de su existencia.

villasopliz
Villasopliz (Valle de Manzanedo)

Siglos XII-XV. De Condado a Reino. Las Merindades

"A partir del siglo XIII la organización territorial de Castilla al norte del Duero adquiere un perfil totalmente distinto al que veíamos en los siglos X y XI. Los alfoces dejan de ser las circunscripciones territoriales básicas y ocupan su lugar las merindades. Hay una relación directa de evolución entre ambos modelos, pero su contenido es distinto, como lo es también su ámbito territorial."

(Ignacio ÁLVAREZ BORGE, Monarquía feudal y organización territorial, CSIC, Madrid, 1993, pag. 141.)

El poder de los primeros condes castellanos se expandió con rapidez y el nombre de Castilla correspondió pronto a un territorio mucho mayor que el original. En el siglo XI lo que había sido un pequeño condado era ya un reino que se expandía por la meseta incorporando nuevas tierras. La antigua organización territorial en alfoces fue sustituida en el siglo XII por otro sistema. Los monarcas castellanos impulsaron una nueva organización del territorio que les permitiese un mayor control del mismo.

Al norte del Duero, el reino fue dividido en varios distritos territoriales y al frente de ellos el rey colocaba a unos delegados suyos conocidos como merinos, palabra derivada del latín “maiorinus”. El territorio administrado por un merino era por tanto una “merindad”.

El reino de Castilla fue dividido en Merindades mayores y éstas, a su vez, en Merindades menores. La estructuración del territorio en merindades tuvo su origen durante los reinados de Alfonso VII y Alfonso VIII. Durante el reinado de Fernando III, la administración del reino de Castilla fue asignada, por delegación del monarca, a cuatro merinos cada uno de ellos responsable de una de las cuatro merindades mayores en las que quedó dividido el reino: Castilla, León, Galicia y Murcia. En 1253, Alfonso X nombró un Adelantado para la nueva demarcación de la Frontera, que comprendía los reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla. Algunos años más tarde sustituyó a los merinos mayores por "adelantados mayores", aunque posteriormente se volverían a nombrar merinos mayores para Galicia, León y Castilla. Las competencias de adelantados y merinos mayores eran similares y a veces tan sólo eran formas diferentes de denominar el mismo cargo.

Durante el reinado de Alfonso XI se produjo una reordenación del territorio con nuevas circunscripciones desgajadas de la Merindad Mayor de Castilla, que se convirtieron también en Merindades Mayores: Asturias de Santillana y Guipúzcoa. La "Extremadura Castellana", al sur del Duero, quedó organizada al margen del sistema de merindades en lo que se conoce como las "Comunidades de Villa y Tierra". El Señorío de Vizcaya y las Hermandades de Álava quedaban también fuera de la Merindad Mayor de Castilla.

A mediados del siglo XIV, la Merindad Mayor de Castilla comprendía 19 merindades menores. Una de ellas era la Merindad de Castilla Vieja. Las otras 18 eran: la Merindad de Cerrato, la Merindad del Infantazgo de Valladolid, la Merindad de Monzón, la Merindad de Campos, la Merindad de Carrión, la Merindad de Villadiego, la Merindad de Aguilar de Campóo, la Merindad de Liébana-Pernia, la Merindad de Saldaña, la Merindad de Asturias de Santillana, la Merindad de Castrojeriz, la Merindad de Candemuño, la Merindad de Burgos, la Merindad de Santo Domingo de Silos, la Merindad de Bureba, la Merindad de Rioja-Montes de Oca, la Merindad de Logroño y la Merindad de Allende Ebro.

Así pues, durante la Baja Edad Media el poder regio se organizó, según historiadores como Álvarez Borge y J. M. Monsalvo, como una “monarquía feudal centralizada” y el reino como un “estado feudal centralizado” en el que los “estados señoriales” eran uno de sus elementos más importantes. Aunque pueda parecer una contradicción, los pilares en los que se basaba la monarquía castellana bajomedieval fueron la centralización y la señorialización. El sistema de organización territorial basado en merindades se fue transformando, ya que sus principales funciones, tanto las jurisdiccionales como las fiscales, fueron asumidas paulatinamente por la nobleza señorial. Las merindades no desaparecieron pero se transformaron bastante conservando únicamente su papel como distritos fiscales en relación con las rentas reales antiguas como las “monedas” o “servicios”.

En el territorio de la Castella Vetula, el linaje de los Velasco fue adquiriendo un gran poder, sobre todo tras la subida al trono de Enrique II de Trastámara. En algún momento de finales del siglo XIV Pedro Fernández de Velasco obtuvo del rey la separación de la merindad menor de Castilla Vieja respecto del adelantamiento mayor y su conversión en merindad mayor independiente a su favor mediante la patrimonialización del oficio de alcalde mayor. A partir de este momento, lo que fue la merindad menor de Castilla Vieja, se convirtió en merindad mayor y se subdividió en varias merindades menores: Merindad de Castilla la Vieja, Merindad de Montija, Merindad de Sotoscueva, Merindad de Valdeporres, Merindad de Losa, Merindad de Cuestaurria y Merindad de Valdivielso.

De esta manera, a partir del siglo XV, Castilla Vieja, desde entonces como Merindad Mayor, quedó reducida al territorio correspondiente al núcleo originario de Castilla, es decir a lo que fuera la “Castella Vetula”, en la montaña burgalesa del Alto Ebro, quedando fuera de ella el Valle de Mena, la Trasmiera, las tierras de Miranda de Ebro y el valle de Valdegovía.También quedaron fuera de ella las tierras de señorío como el Valle de Tobalina y las jurisdiciones de Medina de Pomar, Frías, San Zadornín, Villalba de Losa, Puente Dei y Espinosa de los Monteros.

El Libro de las Merindades de Castilla, más conocido como el Libro Becerro de las Behetrías, mandado componer por el rey Pedro I en el año 1352 con el fin de conocer con exactitud los diferentes tipos de señoríos existentes en Castilla para poder responder a las reclamaciones de los señores de behetría que pretendían que las behetrías fueran convertidas en señoríos jurisdiccionales, es un documento fundamental para el conocimiento de las poblaciones existentes en Castilla a mediados del siglo XIV. Es por ello por lo que aquí servirá de guía para realizar el recorrido por todos aquellos lugares, aldeas y villas situadas en el territorio de la vieja Castilla.

Dado que no existen ni han existido nunca unas fronteras estables que definiesen el territorio de lo que fuera la “Castella Vetula” y que en la actualidad se asimila aproximadamente a lo que se conoce como la comarca de Las Merindades, aquí se relacionarán todas las poblaciones de la antigua Merindad menor de Castilla Vieja más algunas otras, actualmente vinculadas a este territorio, y que en el siglo XIV pertenecían a otras Merindades menores como la Merindad de Aguilar de Campoo, la Merindad de Burgos y la Merindad de Bureba, a pesar de que esta última no figura en el Becerro de las Behetrías.

Merindad de Castilla Vieja
Merindad de Aguilar de Campoo
Merindad de Burgos
Merindad de Bureba
Merindad de Cerrato
Merindad del Infantazgo de Valladolid
Merindad de Monzón
Merindad de Campos
Merindad de Carrión
Merindad de Villadiego
Merindad de Liébana-Pernia
Merindad de Saldaña
Merindad de Asturias de Santillana
Merindad de Castrojeriz
Merindad de Candemuño
Merindad de Santo Domingo de Silos
Merindad de Rioja - Montes de Oca
Merindad de Logroño
Merindad de Allende Ebro
Lugares que no aparecen en el Becerro de las Behetrías
mapa s.XVIII
Castilla Vieja en el siglo XVIII. Mapa de Tomás López, 1774

Siglos XVI-XVIII. Una monarquía moderna. Provincias, Partidos y Corregimientos

En la Edad Moderna, a partir del reinado de los Reyes Católicos, los Corregimientos sustituyeron a las Merindades como forma de control del territorio por parte de la monarquía. Además de los Corregimientos, se creó la Hermandad General de ciudades y villas, y surge un nuevo modelo de división territorial basado en las "provincias". Cada una de las 17 ciudades y villas que tenían voto en Cortes se constituyó en la cabecera de una provincia. Además se crearon otras 18 demarcaciones de naturaleza similar entre las que estaban las Tierras del Condestable y "las villas de la costa de la mar con Trasmiera". Los lugares que habían formado parte de la antigua Merindad de Castilla Vieja quedaron así divididos entre la provincia de Burgos, las Tierras del Condestable, la merindad de Trasmiera y algunas de las Hermanandes alavesas. Sin embargo, durante el siglo XVII, al igual que ocurrió con otras provincias de origen señorial, se suprimió la demarcación conocida como Tierras del Condestable y su territorio pasó a formar parte de la provincia de Burgos. Lo mismo ocurrió con la merindad de Trasmiera.

Mientras las provincias tenían un objeto recaudatorio, en lo gubernativo y jurisdiccional, en el siglo XVI, la división territorial de la Corona de Castilla apenas superaba el ámbito municipal, y únicamente en los realengos había una agrupación en corregimientos. Durante los siglos XV a XVII, el territorio de realengo de lo que fuera anteriormente la Merindad de Castilla Vieja se encontraba dividido entre seis Corregimientos: el de Laredo y las Cuatro Villas de la Costa, el de Villarcayo o de las Siete Merindades de Castilla Vieja, el de Burgos, el de Santo Domingo de la Calzada, el de Logroño y el de Aranda-Sepúlveda.

La figura del corregidor comenzó a aparecer durante el reinado de Alfonso XI, aunque entonces eran nombrados de forma excepcional para la actuación en determinadas coyunturas. Paulatinamente fueron generalizándose a pesar de las resistencias de las oligarquías locales. Los corregidores eran delegados regios y su nombramiento dependía de la Cámara de Castilla. Los corregidores eran los encargados de defender la jurisdicción real, ejercían la función gubernativa presidiendo los regimientos, tenían funciones de vigilancia y policía y eran los encargados del cobro de las rentas reales. Los corregidores se convirtieron pronto en el instrumento de conexión entre el monarca y los concejos, especialmente a partir del reinado de los Reyes Católicos en que se convirtieron en los agentes de actuación regia en el ámbito local.

Felipe II continuó la labor centralizadora emprendida por sus antecesores creando nuevos Corregimientos y rescatando para la Corona diversos cargos que habían sido patrimonializados por linajes nobiliarios. En el caso de la Castilla Vieja, recuperó el oficio de Alcalde Mayor y se constituyó el Corregimiento de las merindades de Castilla la Vieja que abarcaba una gran parte de lo que fue la antigua Merindad de Castilla Vieja y del que quedaron excluidos los territorios de señorío de los Velasco como el Valle de Tobalina, la ciudad de Frías y sus aldeas y la villa de Medina y las suyas.

Los lugares que habían pertenecido a la antigua merindad menor de Castilla Vieja y que no formaron parte del Corregimiento de las merindades de Castilla la Vieja, así como los lugares que habían pertenecido a otras merindades, quedaron agrupados en diferentes estructuras que variaron a lo largo del tiempo, muchas veces solapadas entre sí, como corregimientos, partidos, intendencias, alcaldías mayores y otras.

Como consecuencia de la pérdida de la "Grande y Felicísima Armada", después conocida por la historiografía como la "Armada Invencible", y de los enormes gastos ocasionados por la misma, las Cortes de Castilla aprobaron un donativo extraordinario a la corona de ocho millones de ducados a pagar en seis años, lo que suponía un total de 500 millones de maravedís anuales. El cobro de este servicio extraordinario obligó a la confección de un censo de toda la población del reino. La elaboración de este censo, conocido como "Censo de los Millones" se llevó a a cabo entre los años 1591 y 1594. Los datos de este censo, contenidos en un documento que se encuentra en el Archivo General de Simancas, fueron transcritos en el siglo XIX por Tomás González en un libro publicado en 1829 con el título "Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI". De este documento se deduce que la Provincia de Burgos se encontraba dividida a finales del siglo XVI en tres partidos: el partido de Burgos, el de Trasmiera y el de las Tierras del Condestable. Los lugares que durante la Edad Media habían pertenecido a la Merindad de Castilla Vieja se encontraban repartidos entre los tres partidos. Muchos de ellos, como las tierras de Medina, San Zadornil y el Valle de Tobalina pertenecían al partido de las Tierras del Condestable, todos los situados en la vertiente norte de la cordillera Cantábrica pertenecían al partido de Trasmiera y el resto, la mayor parte de ellos integrando el Corregimiento de las siete merindades de Castilla Vieja, pertenecían al partido de Burgos.

La estructura organizativa de los lugares de la vieja Castilla hacia finales del siglo XVIII se puede conocer gracias al censo que mandó hacer el Conde de Floridablanca en 1785, resultado del cual se publicó en 1789 un documento titulado "España dividida en provincias e intendencias y subdividida en partidos, corregimientos, alcaldías mayores, gobiernos políticos y militares, así realengos como de órdenes, abadengo y señorío". Según este documento, los pueblos de la vieja Castilla formaban parte de la llamada Provincia de Burgos dividida a su vez en los partidos de Burgos, Bureba, Can de Muñó, Castilla la Vieja en Burgos, Castilla la Vieja en Laredo, Castrojeriz, Juarros, Miranda de Ebro, Villadiego, Corregimiento de las Merindades de Castilla la Vieja, Aranda, Laredo, Merindad de Trasmiera, Provincia de Liébana, Valles de Asturias de Santillana, Logroño y Santo Domingo de la Calzada. El espacio geográfico que aquí contemplamos como el correspondiente a la Castella Vetula quedó formando parte de los siguientes partidos:

Corregimiento de las Merindades de Castilla la Vieja
Partido de Castilla la Vieja en Burgos
Partido de Castilla la Vieja en Laredo
Partido de Laredo
las palancas